domingo, 7 de julio de 2024

Veo a Satán caer como el relámpago


El poema “Pies de barro”, de Marcela Duque, es una jaculatoria de tres versos en la que se expresa de forma condensada la renuncia al deseo propio, y el deseo de quien toma como modelo a Dios: “Ya no quiero querer lo que yo quiero; / quiero querer aquello que tú quieras. / Quererte así y dejarme que me quieras”. El tú del segundo verso es Dios, y el yo del primer verso es el ídolo con pies de barro al que hace referencia el título
.

El poema remite a la idea de deseo mimético expresada por René Girard en Veo a Satán caer como el relámpago, a la luz de la cual las palabras de Marcela Duque se cargan de sentido. Ezra Pound explica que el significado de las palabras “viene dotado de raíces, de relaciones, de un cómo y un dónde se utiliza esa palabra de modo familiar, de dónde ha sido utilizada de modo brillante o memorable”.

La antropología girardiana parte de una premisa realista, según la cual “los individuos se muestran naturalmente inclinados a desear lo que el prójimo posee, o, incluso, tan sólo desea”. Según René Girard, los hombres “no tienen deseo propio”, porque “lo propio del deseo es que no sea propio”. El deseo es mimético, es decir, no está fijado de forma predeterminada, sino que se recibe siempre de un modelo mimético (que René Girard identifica con el prójimo). La rivalidad mimética creada por la imitación del deseo del prójimo exaspera el deseo mismo, segrega las toxinas más nocivas: celos, envidia, resentimiento y odio, y da lugar a una espiral infernal que desemboca en la violencia mimética.

En Veo a Satán caer como el relámpago, René Girard explica que “Dios y Satán son los dos archimodelos”. Satán es el mal modelo, que nos hace caer en la trampa de la rivalidad mimética, y que encarna la violencia misma que se contagia miméticamente. Satán es también la forma arcaica de poner fin a la crisis de violencia mimética cuando ésta se contagia hasta alcanzar el paroxismo, a la que Girard llama mecanismo victimario, o “mecanismo de Satán”, y que consiste en descargar dicha violencia por parte de todos contra un chivo expiatorio.

Dios es el buen modelo, que protege de la rivalidad mimética. René Girard sostiene que los seres humanos estamos necesitados de modelos (porque somos “seres penetrados de mimetismo”), y que “lo que Jesús nos invita a imitar es su propio deseo, el impulso que lo lleva a él, a Jesús, hacia el fin que se ha fijado: parecerse lo más posible a Dios Padre”. “Ni el Padre ni el Hijo desean […] con egoísmo”, de tal forma que “si imitamos el desinterés divino, nunca se cerrará sobre nosotros la trampa de las rivalidades miméticas”.


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