lunes, 31 de julio de 2023

Divina Comedia


En el Canto XXXI del Purgatorio, a las puertas del Paraíso, Beatriz le dice a Dante que la máxima aspiración imaginable es el amor al bien: “Amar lo bene / di là dal qual non è a che s’aspiri

Desde su primer encuentro en Florencia, Beatriz había conducido a Dante por el buen camino (es decir, aquel que lleva al bien). Y la luz que al principio había guiado a Dante por dicho camino había sido la visión del rostro y de los ojos de Beatriz: “Alcun tempo il sostenni col mio volto: / mostrando li occhi giovanetti a lui, / meco il menava in dritta parte vòlto” (“Con mi presencia le ayudé algún tiempo: / le mostraba mis ojos juveniles / y en buena dirección lo encaminaba”, según la traducción de José María Micó). Hasta el punto de que Dante confiesa haberse perdido en cuanto perdió de vista el semblante de Beatriz: “Le presenti cose / col falso lor piacer volser miei passi, / tosto che ’l vostro viso si nascose” (“Las cosas evidentes / con su falso placer me descarriaron / cuando dejé de ver vuestro semblante”).

Tal y como dice Roger Scruton en La belleza, la cara, los ojos y la boca son “rasgos a través de los cuales resplandece en nosotros el alma del otro y se nos da a conocer”. La belleza de Beatriz no es la belleza de un cuerpo, sino (aplicando lo que dice Scruton) “la belleza de una persona de carne animada por el alma individual, que expresa dicha individualidad en todas sus partes”, “en especial en los rasgos —la cara, los ojos, los labios [...]— que atraen nuestra mirada en las relaciones interpersonales y a través de las cuales nos relacionamos de tú a tú”.

La belleza de la donna angelicata es la belleza de un alma virtuosa que suscita el amor al bien. La cara, los ojos y la boca son espejos del alma (en este caso, de un alma virtuosa), y lo que resplandece en la cara, en los ojos y en la boca de Beatriz es el amor al bien. De ahí que la sonrisa de Beatriz sea “santa” (“lo santo riso”), y que los ojos de Beatriz no sólo sean “relucientes” (“li occhi rilucenti”) sino también “santos” (“li occhi santi”). La belleza de Beatriz suscita en Dante el amor al bien, y, al hacerlo, lo guía por el buen camino (el que, a la postre, lleva al Paraíso).