lunes, 14 de abril de 2025

La idea de la familia humana


A la propuesta de Inés Hernand de “revertir la familia”, es decir, de sustituir la familia tradicional que uno no ha elegido por “la familia que eliges”, se le pueden poner muchas objeciones. Ana Iris Simón ha dado en el clavo al reprocharle que “es ciega a una realidad misteriosa y bella: que hay una libertad infinita en escoger amar lo que uno no ha elegido, sino que le ha elegido a uno” (de donde se sigue que la “libertad” a la que Ana Iris Simón se refiere no coincide con la idea moderna de libertad, propia de un yo narcisista como el que, según Higinio Marín, padecemos en nuestra época, y que parece incompatible con la idea de “no elegir”). Pero la propuesta de Inés Hernand de 'superar' el concepto tradicional de familia es ciega en más de un sentido.

Estoy convencido de que los lectores de Chesterton no vacilaron en llevarse la mano a la espada (sin la que es sabido que no salen jamás a la calle) tras oír las palabras de la periodista, y —con el entusiasmo de los miembros de la reducida banda de héroes de la Pimpinela Escarlata— parafrasearon al autor de La inocencia del Padre Brown: Inés Hernand no sabe lo que propone hacer porque no sabe lo que propone deshacer.

No hay familias perfectas, e incluso las hay desgraciadas, tal y como sabe cualquier lector de Tolstói, pero la familia es insustituible, porque carece de equivalente, y porque proporciona algo que el alma humana necesita, y que sólo la familia puede proporcionar. De la familia se puede decir lo que Simone Weil dice de la colectividad: que no se le debe respeto por sí misma, sino porque proporciona un “cierto alimento necesario para la vida del alma [...] que no tiene equivalente en todo el universo”. Tal y como explica Simone Weil, la familia “hunde sus raíces en el pasado” y “penetra en el futuro”, de tal forma que constituye un “órgano de transmisión mediante el cual los muertos pueden hablar a los vivos”, y pueden entregarles, no sólo a los vivos, sino también a los aún no nacidos, los tesoros espirituales del pasado.

En Lo que está mal en el mundo, Chesterton sostiene que “la idea de la familia humana” (“la casa ideal, la familia feliz, el hogar”) es uno de esos viejos ideales del pasado necesarios para la humanidad (“quizá es el más viejo de todos”) que la sociedad moderna corre el riesgo de olvidar, de abandonar o de dejar por imposibles. Chesterton dice que la familia es “uno de los grandes ideales del pasado, no cumplidos y a veces abandonados”, uno de esos “templos incompletos” de que el mundo está lleno, una de esas “villas a medio construir abandonadas por un constructor en quiebra”.

¡Cuánto agradecemos a Chesterton que desenvainase la espada en defensa de la noble empresa de “restablecer la familia, libre del sucio cinismo y la crueldad de la era comercial”! ¡Y cuánto le agradecemos también que supiese ver que el dragón contra el que había que luchar en defensa de la familia era el proyecto moderno (él diría la herejía moderna) de crear un ilusorio “hombre nuevo” desarraigado, desvinculado de la colectividad que no hemos elegido, el proyecto moderno consistente en interrumpir la transmisión, y en privar al hombre del alimento necesario para la vida del alma que sólo la familia puede proporcionar!