La personalidad de Micòl Finzi-Contini se condensa en tres rasgos: la distinción, el amor al pasado y la falta de esperanza. En realidad, toda la familia Finzi-Contini se eleva sobre lo vulgar con elegancia aristocrática, con refinamiento decadentista, siente atracción por el pasado y adolece de falta de esperanza.
El mundo aparte de los Finzi-Contini permanece envuelto en una atmósfera empapada de literatura. Están rodeados por una biblioteca de casi veinte mil libros, e intercalan con naturalidad en sus conversaciones versos de Dante, Baudelaire o Mallarmé.
El amor por el pasado, o por lo antiguo, se refleja en la admiración de Micòl por los árboles centenarios (“mis vejestorios”), en su predilección por la vieja piragua desfondada arrumbada en la cochera, o en su adoración por los làttimi, los cristales venecianos, saldos de anticuario.
La personalidad de Micòl Finzi-Contini está teñida de amargura, de fatalismo, de falta de esperanza, hasta el punto de que parece decir: "No hay nada que hacer".